miércoles, 22 de abril de 2015

Breve historia del Feminismo

PRIMERA OLA

Antes de la llegada del feminismo las mujeres ya habían denunciado su situación, pero no se consideraba feminista ya que no cuestionaban el origen de la subordinación a la que eran sometidas. 

A partir del Renacimiento es cuando se abre el debate sobre la naturaleza y deberes de los sexos. Un antecedente importante es la obra de Christine de Pizan “La ciudad de las damas”, escrita en 1405. Christine de Pizan fue una mujer inusual para su época. Nació en Venecia en 1364 y con cuatro años se trasladó a Francia. Es la primera mujer escritora reconocida. Se quedó viuda con 25 años y al cargo de tres hijos, su madre y una sobrina sin recursos.

En la ciudad de las damas reflexiona sobre cómo sería esa ciudad sin el caos y guerra promovidos por el hombre. En una época en la que todos, desde clérigos a filósofos a astrónomos, se encargan de criticar a la mujer, ella defiende una imagen positiva del cuerpo femenino y de la historia de la mujer si no hubiera sido educada por el hombre.

Un ejemplo de cómo se trata a las mujeres en la historia, por cierto, es que esta obra se adjudicó a Bocaccio hasta 1786.

Este debate, escondido y sin que nadie le preste mucha atención, continúa en obras y ensayos de mujeres y hombres que defienden la educación de las mujeres y su poder de emancipamiento. Pero todo explota en la revolución francesa, cuando se empuña la “libertad, igualdad y fraternidad” como una bandera maravillosa para todos… los hombres. Se llega a la edad Contemporánea con dos hechos: la declaración de Independencia de EEUU (considerada la primera formulación de derechos del hombre) en 1776, y la declaración de los derechos del Hombre, en 1789. En ambos casos, dirigidos a los hombres. Y no por un uno sexista del lenguaje, sino porque realmente se referían solo a los hombres

Así, en un ambiente en el que se lucha y proclama la libertad y la dignidad (del hombre), es inevitable que nazca el feminismo. Y aunque se las excluyó, podemos ver que dejaron constancia de sus reclamaciones en los cuadernos de quejas, que se ignoraron.

A la Declaración de Derechos del Hombre contestaba Olimpia de Gouges con la Declaración de Derechos de la Mujer, en 1791. Esta mujer quedó viuda con 22 años, se trasladó a Francia y dedicó su vida a escribir más de 4.000 páginas entre panfletos, obras y ensayos en defensa de los derechos, tanto de hombres como de mujeres. Murió finalmente en 1793, guillotinada.

Otra obra importante fue la de Mary Wollstonecraft, y esta se ha considerado la primera obra realmente feminista, la primera base del feminismo: la Vindicación de la mujer, una continuación de la Vindicación de los derechos del hombre. Los filósofos aplaudieron esta… y repudiaron la otra. Tuvo una vida dura: quedó viuda pronto y decidió ganarse sola el pan, algo complicado en la época. Incluso tuvo un romance sin casarse, pues estaba en contra del matrimonio, y finalmente murió cuando dio luz a su hija. Por cierto, como curiosidad: su hija es Mary Shelley, la autora de Frankestein.

Al final, con la llegada de Napoleón, las mujeres entran en el siglo XIX casi peor de lo que estaban, y así se quedan las cosas hasta la

SEGUNDA OLA

Una de las claves de esta Ola es el Sufragismo: la lucha de las mujeres por conseguir el derecho al voto. Aunque es cierto que realmente querían más cosas que eso, fue en lo que se centraron, pensando que una vez conseguido podrían ir a por lo demás (educación, emancipamiento, etc).
El Sufragismo nace por varios motivos y de varias partes:
  •             La esclavitud, o la lucha para abolirla. Las mujeres, que ya habían luchado por la independencia del país junto a los hombres, se organizaron para terminar con la situación de los esclavos, lo que les aportó experiencia en la lucha civil, la oratoria y los asuntos políticos y sociales.
  •                 La situación religiosa, por la que al tener nuevas iglesias protestantes, las mujeres podían hablar en público
  •             El congreso antiesclavista Mundial, celebrado en Londres en 1840, después de mucho luchar por parte de las mujeres, fue lo que terminó de determinarlas. EEUU envió a cuatro mujeres como representantes, pero en Londres se escandalizaron y las hicieron escuchar detrás de una cortina. Cuando volvieron, humilladas, comenzaron el movimiento sufragista. Fueron Lucretia Mott y la que es considerada su discípula y que después hizo uno de los más importantes textos del feminismo: Elizabeth Cady Stanton.

En 1848, el año de la publicación del Manifiesto Comunista, se escribió La Declaración de Sentimientos, texto fundacional del sufragismo nortamericano. Stanton convocó a unas cien personas (también hombres), y con un publico de otras 200 personas, lo redactaron. Las mujeres se convertían en sujetos de la acción política, y empezaron a luchar de forma organizada a favor de sus derechos. Crearon en 1868 la Asociación Nacional pro Sufragio de la Mujer y en 1869 Wionyng era el primer estado en concederles el derecho. Pero hasta 1910 no se aprueba en EEUU el voto a la mujer y hasta 1920 no entró en vigor. Al movimiento sufragista le debe la política democrática los nuevos métodos de lucha (manifestaciones, interrupción de oradores, huelga de hambre, tirada de panfletos…

Figuras

Sojourner Truth, esclava liberada de Nueva York, acudió sin saber leer ni escribir a la primera convención nacional de derechos de la mujer en 1850 y fue la primera mujer en enfocar los problemas que tenían las mujeres negras por la doble exclusión a la que estaban sometidas.

John Stuart Mill, que esperó veinte años para poder casarse con Harriet Taylor, con la que puso las bases de la teoría política del sufragismo, sobre todo con el libro de “La sujeción de la mujer”, que se convirtió casi en la Biblia de las sufragistas. Su tesis principal era la de que las mujeres eran individuos libres, y que el matrimonio no debía ser una relación de subordinación sino de iguales. Las mujeres debían mantener su libertad para poder casarse, no renunciar a ella al hacerlo.

Flora Tristán, precursora de las feministas socialistas, una nueva clase de mujeres raras, pues eran obreras, y no se sabía cómo tratarlas. En su obra Unión Obrera insta a la unión universal de obreros y obreras y hace hincapié en el ahogo que sufren las mujeres.

Alejandra Kollontai dio un paso más allá dentro del marxismo y fue uno de los antecedentes del feminismo radical de los setenta. Para ella, además de la idea que sostuvo Marx de “hombre nuevo”, también era necesaria una “mujer nueva” bajo la luz de la igualdad, independiente económivamente, pero también psicológica y sentimentalmente.

Emma Goldman acuñó a las mujeres libres, el anarquismo feminista. En 1915, Goldman explicó en Nueva York, ante América, cómo usar un anticonceptivo. Obviamente, la encarcelaron, algo a lo que estaba acostumbrada, y los medios dijeron de ello que “Emma Goldman fue enviada a prisión por sostener que las mujeres no siempre deben mantener la boca cerrada y su útero abierto”. 

Y así, poco a poco, llegamos a la figura de Simone de Beauvoir, una de las figuras más importantes del feminismo, que no se sabe muy bien si fue antecedente de la tercera ola o cierre de la segunda. En todo caso, todos coinciden en su importancia. Simone ni siquiera era feminista cuando escribió, con cuarenta y un años, su obra “el segundo sexo”, un ensayo que recorre un trabajo explicativo sin pausas, un ensayo racional y metódico en el que se recogen buena parte de los temas que se tratarán por el feminismo. Lo más importante es que establece la figura de “las otras”. Simone explica que la figura de “los otros”, como extranjeros y ajenos a la vida de un sitio, establece un tipo de relación parecida a la que tienen las mujeres en cuanto a los hombres: ellas son “las otras”, las que pululan alrededor del modelo universal, que en realidad es masculino, sin poder establecer sus propios modelos femeninos. Todo gira alrededor de la figura del hombre. Es el precursor del androcentrismo.

Su conclusión es que no hay nada natural que explique la subordinación de la mujer, sino que desde la Edad de Bronce se ha dado más importancia a quienes arriesgaban la vida que a quienes la daban. E incluso se plantea si en una sociedad moderna, esa división tiene sentido.

LA TERCERA OLA

La tercera ola del feminismo comienza dando término el “problema sin nombre”. Después de la segunda guerra mundial, en la década de los 50, las mujeres volvieron a recluirse en casa y por alguna razón, se sintieron mal hasta el punto de ir al médico hablando de cansancio crónico y dolores para los que no se encontraban diagnóstico. 

Después de haber estado trabajando mientras sus maridos estaban en la guerra, éstos volvieron y ocuparon los puestos, y comenzó la sociedad de consumo, a la vez que la idea de “esposa perfecta” florecía. Pero el problema era que las mujeres ya habían saboreado la otra parte, y se encontraban sintiéndose insatisfechas sin saber por qué: tenían maridos, casas grandes e hijos a los que cuidar. Entonces, ¿por qué la mayoría tenía un sentimiento de insatisfacción encima?

Betty Friedan, licenciada en psicología social con mejores notas, dotes de liderazgo, y una beca de investigación, decidió renunciar a todo eso y formar una familia. La echaron del trabajo cuando estaba embarazada por segunda vez, y acabo encontrándose encerrada en casa, dependiendo casi por completo de su marido para tener relaciones con otros adultos en las que los niños no estuvieran en medio, como ella misma dice. En 1957 realizó un cuestionario entre sus excompañeras de la universidad, después de leer un libro en el que dos psicoanalistas sostenían que “las mujeres tienen un nivel de educación demasiado alto, lo que les impide adaptarse a su rol de mujeres”. El resultado fue que las mujeres más dedicadas a su educación estaban más alegres, aunque no encajaran en el rol de mujeres de la época, y las mujeres dedicadas plenamente a ello, estaban deprimidas y frustradas. Tal vez, se dijo, no fuera cuestión del nivel de educación, sino de la definición de “rol de mujer” que se tenía.

Así, cinco años de trabajo arduo después, publicó la Mística de la feminidad, que afirmaba que “el valor más alto y la única misión de las mujeres es la realización de su propia feminidad”. 

Aseguraba que aunque las mujeres fueran diferentes a los hombres, eso no significaba que fueran de naturaleza inferior. El problema de las mujeres es que intentaban ser iguales a los hombres, en vez de aceptar su propia naturaleza, que era la de estar subordinada a los hombres. Identificó así la manera de opresión de la nueva era, diciendo que el rol ama-de-casa-madre era obligatorio para todas las mujeres. Analizando la vida cotidiana permitió a muchas mujeres amas de casa encontrar referentes de su propia vida ya no como personales, sino como colectivos, haciéndolas conscientes de la opresión a la que eran sometidas.

Así en 1966, junto a otras catorce mujeres, Friedan crea NOW; el primer movimiento político de mujeres y por mujeres. NOW se ha convertido en el máximo representante mundial del feminismo liberal, que define la situación de la mujer no como una opresión sino como una desigualdad, propugnando entonces que las mujeres se insertaran en el mundo laboral y la vida pública.

Pero en 1969 se publica Política Sexual, de Kate Millett, que sienta las bases del feminismo radical. Para las radicales, es necesario no solo insertarse en la esfera pública, sino también transformar la esfera privada. Sostenían que todos los hombres, y no solo una élite, reciben privilegios por el hecho de ser hombres, y pusieron encima de la mesa temas que entonces se consideraban privados, como la violencia de género. Si lo personal es político, las leyes no pueden quedar a la puerta de casa.

Las radicales se caracterizaron por los actos simbólicos y la desobediencia civil como manera de protesta. Tiraron cosméticos para quejarse de concursos como Miss Mundo, hicieron en Alemania y  otros países protestas para reclamar la noche, saliendo por la noche con antorchas para reclamar seguridad en las calles, con el fin de sacar a la luz todas las situaciones “naturales” que no lo eran y que consideraban dañinas para las mujeres. Por ejemplo, se autoinculpaban de hechos que se consideraban delitos y que consideraban derechos arrebatados, y consiguieron un gran impacto en la opinión pública. 

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Fuentes:

"Historia del feminismo", Juan Sisinio Perez Garzón.
"Feminismo para principiantes", de Nuria Varela.
"El segundo sexo", Simone Beauvoir.
"Peregrinaciones de una paria", Flora Tristán.
"Teoría feminista. De la Ilustración a la globalización", Celia Amorós y Ana de Miguel.

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